miércoles, 14 de noviembre de 2018

Masculinidad Hegemonica

Por: Alexis Romero Mendoza. 
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez 

Un niño corría felizmente en el parque, sus padres, sentados bajo la sombra relajante de un árbol, admiraban cuanto había crecido en tan poco tiempo. Estaban felices y perplejos, era su primer hijo, ambos carecían de experiencia para educarlo correctamente. De pronto, su navegación por las aguas de la mente se turbó, el niño había tropezado, provocando un llanto estrépito. Había niños y niñas jugando en el parque, que ignoraron el suceso. Los padres corrieron a auxiliarlo, su madre lo levantó con sutileza, su padre reaccionó diferente. -¡No llores! ¿Qué no eres hombre?- El niño se quedó atónito.
E
xpresiones como la anterior seguramente las hemos escuchado en algún momento de nuestra vida, en nuestra infancia, e incluso en la actualidad. Son palabras que dejan una marca casi imborrable.
Un hombre desde pequeño, es moldeado de acuerdo a la masculinidad tradicional o llamada más exactamente masculinidad hegemónica, que impone una estructura predominante. Se va idealizando poco a poco un mundo donde predominar es la prioridad. Antes de que se llegue a pensar en una pareja, es de gran satisfacción quedar bien en su grupo de amigos, y más aún,  ­se engrandece que lleguen a decir: “ese compa es cabrón”. Siempre busca la manera de sobresalir en todo y hacerse de una buena reputación. Cuando se llega el momento de formar una pareja, busca de igual forma imponer una relación jerárquica, donde el papel de hombre, es el pilar principal de la casa. Es este punto es inminente la concepción de un hijo, y es aquí donde entra otra vez la masculinidad hegemónica, el padre enseñará a su hijo lo que él aprendió, en cuanto a ser hombre se refiere.
En el mundo hay hombres y mujeres, en la teoría, ambos tienen los mismos derechos y obligaciones, en la práctica, el hombre siempre ha corrompido lo establecido con sus prácticas machistas. Todo esto ha ocasionado que las mujeres comiencen a reaccionar, a levantar la voz, a exigir un mejor trato, en fin, que se respete la igualdad que establece la teoría. 

Desarrollo.

Es bien sabido que el comportamiento de un hombre es impetuoso. Si se analiza un poco la situación que vivimos actualmente, muy fácil nos podemos dar cuenta que este carácter es muy característico en el género masculino.
Casi todo en la vida tiene una explicación, tal es el caso de la masculinidad hegemónica, aunque para muchas personas el significado de estas palabras es desconocido, sin darse cuenta, el hombre más próximo, tal vez su padre, un hijo, primo, etc., pone en práctica ideas de superioridad, fortaleza, firmeza, involucrando a las personas de su alrededor.
Hegemonía significa superioridad. La masculinidad hegemónica, de acuerdo con los estudiosos del tema queda definida; como, un modelo social hegemónico que impone un modo particular de configuración de la subjetividad, la corporalidad, la posición existencial del común de los hombres y de los hombres comunes. (Bonino Méndez, 2002).
Cuando se habla de un modelo social, se debe a que desde pequeños los hombres son moldeados de la misma manera que su padre aprendiendo a ser hombre. Se les educa para dominar y progresar en la sociedad, en la escuela,  mostrar sus logros, talentos y ambiciones como muestra de su valía personal, y reprimiéndoles los afectos vistos como signos de debilidad y de poca hombría. Es común reconocer expresiones tales como: “Un hombre no debe llorar”, “un hombre no se deja de nadie”, “un hombre es fuerte”. Y si se reconoce lo expuesto anteriormente significa que en su entorno se promueve la M. H. Todo se debe a que los padres también están educados de la misma manera, y si se recorre el tiempo más atrás, se puede observar que los padres de nuestros padres igual pasaron por lo mismo. El poder de la M. H. para moldear a los hombres es muy evidente, pues a simple vista nos podemos dar cuenta por sus prácticas de ganar una posición existencial.  Es evidente también en su relación doméstica con las mujeres y en las señas de identidad de los  movimientos de hombres más convocantes.(Bonino Méndez, 2002).

La masculinidad hegemónica ha generado muchos problemas, y todo esto debido a una desigualdad entre los hombres y las mujeres.
Las desigualdades entre hombres y mujeres no están originadas por una diferencia sexual supuestamente natural, sino porque nos hemos encargado de  sexualizar  nuestros  cuerpos,  nuestro  espacio  y  nuestra  historia  en  sistemas dicotómicos, como una forma específica de ordenar la sociedad. (Nicolas Schongut, 2012).
Siempre se ha dado más preferencia a los hombres en casi todo, y con esto reforzaron los ideales que desde niños adquirieron en casa a lado de su padre. El problema de esto se deriva en que a las niñas, por el contrario, se les enseñó para la reproducción y para permanecer en el ámbito privado, y se les educa para la entrega total a un hombre, quien se encarga de reprimir los deseos de autonomía y superación personal.
 Un estudio de campo que se realizó  para la elaboración de este trabajo reveló que en efecto la mayoría de los hombres sustenta este modelo social. Lo entrevistados, sin tener conocimiento del tema, respondieron de acuerdo a lo requerido. Todos generalmente colocaban a la mujer en su papel de sumisa, que sólo debe dedicarse a los quehaceres del hogar, cuidar de los hijos y atender del esposo en sus necesidades, porque él es el jefe de la familia, a quien nadie contradice, y todo lo que hace es correcto. Pese a que el modelo de hombre que propone la masculinidad hegemónica es algo que pocos alcanzan, muchos otros −que no ocupan esa posición−ayudan a sustentar este modelo.(Gutiérrez, 2015).
 Por supuesto, hubo quien ya tenía conocimiento al respecto, e indicaron que actualmente ante tantas reacciones por parte del género femenino, se ha comenzado a concientizar a los hombres para que se promueva una equidad de género, reforzando su respuesta con esta frase: “porque en este mundo todos somos iguales, con los mismos derechos y obligaciones”. Se entrevistó también a mujeres de 50 años de edad en adelante. Ellas de alguna manera defienden la M. H., son mujeres que se dedican a tratar bien al esposo, porque él es el que trae el dinero a la casa, y tienen miedo de fallarle, por la reacción de la que no quisieron hacer mención, pero ante dicha situación la respuesta es más que clara.  Por el lado contrario, las mujeres de menor edad, están en contra de un hombre que quiere predominar en todo y hacer menos al género femenino, se debe a que actualmente existen movimientos feministas donde se busca establecer la equidad de género.
Las  prácticas,  que  se dieron  en  la  construcción  de  un  conocimiento  feminista, lograron evidenciar el lugar subordinado que las mujeres han ocupado en la  sociedad  donde se promueve la M. H., como  parte  de  un  proceso  histórico,  desnaturalizando  así esta asignación de roles y posiciones para cada sexo, que la biología y la genética nos  proponen. (Nicolas Schongut, 2012).
Ante estos movimientos, el problema ahora será hacer cambiar a los hombres, pues no está acostumbrado a cuestionarse acerca de cómo es y cómo se comporta, consideran esto un acto que infringe debilidad. 
El feminismo propugna un cambio en las relaciones sociales que conduzca a la liberación de la mujer –y también del varón– a través de eliminar las jerarquías y desigualdades entre los sexos.(Gamba, 2008).
Actualmente en las instituciones educativas se incentiva a los estudiantes para que impulsen la equidad de género en el ambiente social. Todo con el fin de  una construcción de maneras de ser hombres que favorezcan una mayor equidad entre hombres y mujeres. Si nos enfocamos en los niños, sabemos que pasan la mayor parte de su tiempo en la escuela, un lugar propicio para que se fomenten practicas predominantes. Las variables principales que configuran la M. H. en la escuela, se relacionan con la fuerza corporal, la ausencia emocional y demostración de que son verdaderamente hombres, así como el afán de control y la competitividad. La escuela constituye así un espacio simbólico (BOURDIEU, 1982) habitado por líderes cuyas conductas son un reflejo de las conductas y de los valores asociados al modelo dominante de la masculinidad hegemónica tradicional.
El cambio está manos de todos, no será pronto, está claro, pero si se sigue el camino correcto, se llegará muy lejos. Es necesario tener conocimiento respecto al tema, para que se haga evidente la mala actitud del hombre, y con esto invitarlo a reconocer que lo que hace no es lo correcto. Aceptar que el cambio requiere una revisión de la identificación (individual y social) y de posición existencial que incluye una decisión de revelación  al sometimiento a la MH. Se requiere Una desidentificación y una deshabituación de sus definiciones de ser y de los hábitos que ha promovido, y una reinvención particular alejada del deber ser, aunque con una ética de la igualdad y el respeto a las demás personas y a la diferencia.

Conclusión.

Un hombre debe de tener carácter, un carácter para saber llevar a la mujer a su lado, para formar un buen equipo, para lograr objetivos. Ambos fueron dotados con la misma capacidad, el problema aquí, es que el modelo social de la masculinidad hegemónica otorgo roles muy diferentes, que colocaron al hombre en la cima de la pirámide, moldeándolo como lo que es conocido hoy en día: impetuoso. Pero si nos basamos en un nuevo modelo donde se promueva la equidad de género, ocurrirán maravillas, no  habrá problemas donde se priorice quien se sienta en el camión de pasajeros, donde se decida quien maneja la maquinaria pesada. El machismo destruye… destruye matrimonios, amistades. La equidad construye… construye relaciones fructíferas, mejores amistades, matrimonios largos. 
Se debe tener en cuenta que aún no hay políticas públicas que promuevan la masculinidad no hegemónica, y que habrá que crearlas, porque las políticas tradicionales actúan como defensoras y perpetuadoras de la MH y sin ellas es muy difícil hacer cambios que vayan más allá de los esfuerzos individuales. (Bonino Méndez, 2002).

Gamba, S. (1 de 03 de 2008). Feminismo: historia y corrientes. Mujeres en Red. El periódico feminista, pág. 8.
Gutiérrez, E. J. (2015). CÓDIGOS DE MASCULINIDAD HEGEMÓNICA. Revista Iberoamericana de Educación, 98.
Bonino Méndez, L. (2002). Masculinidad hegemónica e identidad masculina. In: Dossiers feministes.
Gamba, S. (2008, 03 1). Feminismo: historia y corrientes. Mujeres en Red. El periódico feminista, 8.
Gutiérrez, E. J. D. (2015). CÓDIGOS DE MASCULINIDAD HEGEMÓNICA. Revista Iberoamericana de Educación, 98.
Nicolas Schongut, G. (2012). La construcción social de la masculinidad: poder, hegemonía y violencia. Psicología, Conocimiento y Sociedad, Vol 2, Iss 2, Pp 27-65 (2012)(2), 27.
 Bourdieu, P (1982). Leçon sur la leçon.París: Minuit.

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