Por: Alexis Romero Mendoza.
Universidad Autónoma de Ciudad
Juárez
Un niño corría felizmente en el parque, sus padres, sentados
bajo la sombra relajante de un árbol, admiraban cuanto había crecido en tan
poco tiempo. Estaban felices y perplejos, era su primer hijo, ambos carecían de
experiencia para educarlo correctamente. De pronto, su navegación por las aguas
de la mente se turbó, el niño había tropezado, provocando un llanto estrépito.
Había niños y niñas jugando en el parque, que ignoraron el suceso. Los padres
corrieron a auxiliarlo, su madre lo levantó con sutileza, su padre reaccionó
diferente. -¡No llores! ¿Qué no eres hombre?- El niño se quedó atónito.
xpresiones como la anterior seguramente las hemos escuchado
en algún momento de nuestra vida, en nuestra infancia, e incluso en la
actualidad. Son palabras que dejan una marca casi imborrable.
Un hombre desde pequeño, es moldeado de acuerdo a la
masculinidad tradicional o llamada más exactamente masculinidad hegemónica, que
impone una estructura predominante. Se va idealizando poco a poco un mundo
donde predominar es la prioridad. Antes de que se llegue a pensar en una
pareja, es de gran satisfacción quedar bien en su grupo de amigos, y más aún, se engrandece que lleguen a decir: “ese
compa es cabrón”. Siempre busca la manera de sobresalir en todo y hacerse de
una buena reputación. Cuando se llega el momento de formar una pareja, busca de
igual forma imponer una relación jerárquica, donde el papel de hombre, es el
pilar principal de la casa. Es este punto es inminente la concepción de un
hijo, y es aquí donde entra otra vez la masculinidad hegemónica, el padre
enseñará a su hijo lo que él aprendió, en cuanto a ser hombre se refiere.
En el mundo hay hombres y mujeres, en la teoría, ambos
tienen los mismos derechos y obligaciones, en la práctica, el hombre siempre ha
corrompido lo establecido con sus prácticas machistas. Todo esto ha ocasionado
que las mujeres comiencen a reaccionar, a levantar la voz, a exigir un mejor
trato, en fin, que se respete la igualdad que establece la teoría.
Es bien sabido que el comportamiento de un hombre es
impetuoso. Si se analiza un poco la situación que vivimos actualmente, muy
fácil nos podemos dar cuenta que este carácter es muy característico en el
género masculino.
Casi todo en la vida tiene una explicación, tal es el caso
de la masculinidad hegemónica, aunque para muchas personas el significado de
estas palabras es desconocido, sin darse cuenta, el hombre más próximo, tal vez
su padre, un hijo, primo, etc., pone en práctica ideas de superioridad,
fortaleza, firmeza, involucrando a las personas de su alrededor.
Hegemonía significa superioridad. La masculinidad
hegemónica, de acuerdo con los estudiosos del tema queda definida; como, un
modelo social hegemónico que impone un modo particular de configuración de la
subjetividad, la corporalidad, la posición existencial del común de los hombres
y de los hombres comunes. (Bonino Méndez, 2002).
Cuando se habla de un modelo social, se debe a que desde
pequeños los hombres son moldeados de la misma manera que su padre aprendiendo
a ser hombre. Se les educa para dominar y progresar en la sociedad, en la
escuela, mostrar sus logros, talentos y
ambiciones como muestra de su valía personal, y reprimiéndoles los afectos
vistos como signos de debilidad y de poca hombría. Es común reconocer
expresiones tales como: “Un hombre no debe llorar”, “un hombre no se deja de
nadie”, “un hombre es fuerte”. Y si se reconoce lo expuesto anteriormente
significa que en su entorno se promueve la M. H. Todo se debe a que los padres
también están educados de la misma manera, y si se recorre el tiempo más atrás,
se puede observar que los padres de nuestros padres igual pasaron por lo mismo.
El poder de la M. H. para moldear a los hombres es muy evidente, pues a simple
vista nos podemos dar cuenta por sus prácticas de ganar una posición
existencial. Es evidente también en su
relación doméstica con las mujeres y en las señas de identidad de los movimientos de hombres más convocantes.(Bonino Méndez, 2002).
La masculinidad hegemónica ha generado muchos problemas, y
todo esto debido a una desigualdad entre los hombres y las mujeres.
Las desigualdades entre hombres y mujeres no están
originadas por una diferencia sexual supuestamente natural, sino porque nos
hemos encargado de sexualizar nuestros
cuerpos, nuestro espacio
y nuestra historia
en sistemas dicotómicos, como una
forma específica de ordenar la sociedad. (Nicolas Schongut, 2012).
Siempre se ha dado más preferencia a los hombres en casi
todo, y con esto reforzaron los ideales que desde niños adquirieron en casa a
lado de su padre. El problema de esto se deriva en que a las niñas, por el
contrario, se les enseñó para la reproducción y para permanecer en el ámbito
privado, y se les educa para la entrega total a un hombre, quien se encarga de
reprimir los deseos de autonomía y superación personal.
Un estudio de campo
que se realizó para la elaboración de
este trabajo reveló que en efecto la mayoría de los hombres sustenta este
modelo social. Lo entrevistados, sin tener conocimiento del tema, respondieron
de acuerdo a lo requerido. Todos generalmente colocaban a la mujer en su papel
de sumisa, que sólo debe dedicarse a los quehaceres del hogar, cuidar de los
hijos y atender del esposo en sus necesidades, porque él es el jefe de la
familia, a quien nadie contradice, y todo lo que hace es correcto. Pese a que
el modelo de hombre que propone la masculinidad hegemónica es algo que pocos
alcanzan, muchos otros −que no ocupan esa posición−ayudan a sustentar este
modelo.(Gutiérrez, 2015).
Por supuesto, hubo
quien ya tenía conocimiento al respecto, e indicaron que actualmente ante
tantas reacciones por parte del género femenino, se ha comenzado a concientizar
a los hombres para que se promueva una equidad de género, reforzando su
respuesta con esta frase: “porque en este
mundo todos somos iguales, con los mismos derechos y obligaciones”. Se
entrevistó también a mujeres de 50 años de edad en adelante. Ellas de alguna
manera defienden la M. H., son mujeres que se dedican a tratar bien al esposo,
porque él es el que trae el dinero a la casa, y tienen miedo de fallarle, por
la reacción de la que no quisieron hacer mención, pero ante dicha situación la
respuesta es más que clara. Por el lado
contrario, las mujeres de menor edad, están en contra de un hombre que quiere
predominar en todo y hacer menos al género femenino, se debe a que actualmente
existen movimientos feministas donde se busca establecer la equidad de género.
Las prácticas, que se
dieron en la
construcción de un
conocimiento feminista, lograron
evidenciar el lugar subordinado que las mujeres han ocupado en la sociedad
donde se promueve la M. H., como
parte de un
proceso histórico, desnaturalizando así esta asignación de roles y posiciones
para cada sexo, que la biología y la genética nos proponen. (Nicolas Schongut, 2012).
Ante estos movimientos, el problema ahora será hacer cambiar
a los hombres, pues no está acostumbrado a cuestionarse acerca de cómo es y
cómo se comporta, consideran esto un acto que infringe debilidad.
El feminismo propugna un cambio en las relaciones sociales
que conduzca a la liberación de la mujer –y también del varón– a través de
eliminar las jerarquías y desigualdades entre los sexos.(Gamba, 2008).
Actualmente en las instituciones educativas se incentiva a
los estudiantes para que impulsen la equidad de género en el ambiente social.
Todo con el fin de una construcción de
maneras de ser hombres que favorezcan una mayor equidad entre hombres y
mujeres. Si nos enfocamos en los niños, sabemos que pasan la mayor parte de su
tiempo en la escuela, un lugar propicio para que se fomenten practicas
predominantes. Las variables principales que configuran la M. H. en la escuela,
se relacionan con la fuerza corporal, la ausencia emocional y demostración de
que son verdaderamente hombres, así como el afán de control y la
competitividad. La escuela constituye así un espacio simbólico (BOURDIEU, 1982)
habitado por líderes cuyas conductas son un reflejo de las conductas y de los
valores asociados al modelo dominante de la masculinidad hegemónica
tradicional.
El cambio está manos de todos, no será pronto, está claro,
pero si se sigue el camino correcto, se llegará muy lejos. Es necesario tener
conocimiento respecto al tema, para que se haga evidente la mala actitud del
hombre, y con esto invitarlo a reconocer que lo que hace no es lo correcto. Aceptar
que el cambio requiere una revisión de la identificación (individual y social)
y de posición existencial que incluye una decisión de revelación al sometimiento a la MH. Se requiere Una
desidentificación y una deshabituación de sus definiciones de ser y de los
hábitos que ha promovido, y una reinvención particular alejada del deber ser,
aunque con una ética de la igualdad y el respeto a las demás personas y a la
diferencia.
Un hombre debe de tener carácter, un carácter para saber
llevar a la mujer a su lado, para formar un buen equipo, para lograr objetivos.
Ambos fueron dotados con la misma capacidad, el problema aquí, es que el modelo
social de la masculinidad hegemónica otorgo roles muy diferentes, que colocaron
al hombre en la cima de la pirámide, moldeándolo como lo que es conocido hoy en
día: impetuoso. Pero si nos basamos en un nuevo modelo donde se promueva la
equidad de género, ocurrirán maravillas, no
habrá problemas donde se priorice quien se sienta en el camión de
pasajeros, donde se decida quien maneja la maquinaria pesada. El machismo
destruye… destruye matrimonios, amistades. La equidad construye… construye
relaciones fructíferas, mejores amistades, matrimonios largos.
Se debe tener en cuenta que aún no hay políticas públicas
que promuevan la masculinidad no hegemónica, y que habrá que crearlas, porque
las políticas tradicionales actúan como defensoras y perpetuadoras de la MH y
sin ellas es muy difícil hacer cambios que vayan más allá de los esfuerzos
individuales. (Bonino Méndez, 2002).
Gamba, S. (1 de 03 de 2008). Feminismo: historia y
corrientes. Mujeres en Red. El periódico feminista, pág. 8.
Gutiérrez, E. J. (2015). CÓDIGOS DE MASCULINIDAD
HEGEMÓNICA. Revista Iberoamericana de Educación, 98.
Bonino Méndez, L.
(2002). Masculinidad hegemónica e identidad masculina. In: Dossiers feministes.
Gamba, S. (2008, 03 1). Feminismo: historia y corrientes. Mujeres en Red. El periódico feminista,
8.
Gutiérrez, E. J. D. (2015). CÓDIGOS DE MASCULINIDAD HEGEMÓNICA. Revista Iberoamericana de Educación, 98.
Nicolas Schongut, G. (2012). La construcción social de la
masculinidad: poder, hegemonía y violencia. Psicología,
Conocimiento y Sociedad, Vol 2, Iss 2, Pp 27-65 (2012)(2), 27.
Bourdieu, P (1982). Leçon sur la leçon.París:
Minuit.